lunes, 29 de junio de 2020

El paraíso nunca fue tan doloroso.

Abandono tu recuerdo
el silencio desgarra mi garganta
con bocados de soledad inagotable.
Jurarme prolongar la ausencia
y espiar al horizonte por si vienes.

El hueco de tu pierna se dilata
oigo tu tacto en el viento
me da, me quita
nadie sabe
cuáles cosas
se rompen tras mis ojos tristes.

¿Cómo matar la ansiedad
de mis manos por tocarte?
palabras de amor desamoradas
descansan del tortuoso frío.

Libertad infértil.


Desembarazarse de violencias,
germinando en canciones
que precisan cautelas histéricas,
como el grito ahogado de miedo
cuando un rostro amigable
me violó con sus palabras.

Camino de la independencia
muchos soldados cayeron,
llenas de heridas algunas
demandaron justicia en las calles
llenas de escombro las otras
que nunca volvimos a ver.

Los ciegos y el silencio.

El campo de batalla
está lleno de gente
nadie lleva armas
la pantalla va en la frente.

Ellos van a mi lado,
ninguno está conmigo
y si me hiere una bala
nadie volteará a verme.

El reporte dirá mi muerte:
culpable será la bala,
y en el campo de batalla
a otra mujer desgarrará mañana;
preguntarán entonces
¿dónde estaba su cota de mallas?
y ella será culpable sin chaleco antibalas.

Pasado mañana las balas serán de salva 
no habrá culpables en el campo de batalla
porque de moretes no se mata 
las postas son imanes 
para el silencio de las que callan.

2020

Una agenda indecisa,
enturbecido el tiempo,
la espera interminable
para salir del claustro.

Los muertos incrementan
todos tienen alguno.
La forzada compañía
trastorna al prisionero
que se quejaba del sol
y ahora ruega por verlo.

En la antesala del desquicio
envenena cada milímetro el verano.