No.
No era el reflejo de la luna en tus ojos
ni que ella brillara así al fijarse en nosotros,
no,
no eran mis ojos adornando tus besos
con el reflejo del calor en la luna,
no,
no giró más lento el universo en aquellos besos
no querías verme
me encontraste como oasis en el camino
camino del que tú venías desierto
y a sus pies como cualquier altar
le pedí a Díos por que me quisieras
le pedí porque ya nunca te fueras;
pero el altar de este desierto no tiene Dios
y tampoco tiene sentimientos
de las lágrimas que derramé no hubo indicio
ni agua en el cactus de tu precipicio.
No,
no fue la luna, ni el desierto, ni Dios
era el candil ¡qué ceguera tan oportuna!
sutil e infinito brillo 
que embriaga el corazón esqueleto
y sólo deja perdidos
la razón, el querer, y el cuerpo.
 
 
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