En mi ciudad hace mucho calor, a veces alcanzamos los 52°C y el clima se convierte en algo insoportable; es seco, como si ardiéramos en el mismísimo infierno y se nos carcomiera la piel con el fuego. Un calor como éste saca de quicio a cualquiera, los conductores pitan desesperados por llegar a su destino, la mayoría no cuenta con aire acondicionado, por eso la desesperación de acelerar el tránsito.
Mi autobús de hoy no traía aire acondicionado y yo, como buen habitante del infierno, iba irritada y acalorada por ésto, sin contar que había esperado una hora para que llegara, una hora a la intemperie con el calor de las 2 de la tarde sumándole que mi trayecto era algo largo, sí, estaba irritada.
El camionero muy campante iba hablando por su teléfono celular. ¡Cómo me molestaba su felicidad! Mientras, todos los pasajeros íbamos embarrados en los asientos, como si nos estuviéramos derritiendo. Entonces el  chofer, feliz, hace una parada y le hace un pedido a un señor que vendía camarones en una hielera, estacionado en la calle y éste le entrega dos  bolsas con bolis. 
¡Muy en ello el cabrón se para a comprar bolis!  ¿Ahora va a vender o qué carajos? ¡Sus estupideces retrasan mi viaje! ¡Cómo si el clima estuviera tan lindo!
El camionero interrumpe mis pensamientos y dice a los pasajeros pasando las bolsas:
"Tomen uno y pásenlos para atrás"
Todos los pasajeros sonreímos con cara de asombro y gratitud.
Y yo... pues por culera!
 
 
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