La infancia de sus besos
contrabandeados por reventa
por las prisas, por la falta del
tiempo que deja los vinos añejos.
Coqueteándole a sus ojos
como antes a la soledad y a la tristeza
tocando a cada rato los silencios
y el vacío de su cruda indiferencia.
Y el precipicio de la incredulidad
y las adicciones de la desilusión,
cuando estés en cenizas
y puedas extrañar tu podrido corazón,
cuando el desierto sea clemente
y puedas ablandar el corazón
te calará el sol
con la merma de sus besos
y el deseo desusado 
te dará el calor miserable
de sus ojos de alquitrán.
 
 
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