martes, 27 de septiembre de 2016

Ya no hay locos.

Hay ojos ciegos de momentos tangibles,
los puños escondidos de los niños,
la tiranía de los gatitos sin sesos
y fantasmas locos que se desvanecen.

El otoño está seco sin sus ojos,
es la vida estática en el recuerdo
y la prisa
y el pánico
y nuestras esperanzas caen como rocío,
aunque la historia grita que no volverán.

Pero aquellos que creyeron carcajearse,
los que hicieron un chorizo de esperanzas
de las tripas de un pueblito sin zapatos,
un día tendrán la misma receta:
menudo podrido y recalentado.

¡Bravo!

Precioso silencio orquestado
melodioso de marchas cautelosas,
streaming clarificador de pesadillas sin sangre,
sin sombras, 
sin voces,
llenas de mentiras y títeres danzantes;
pesadillas que creemos acabadas
porque andamos con los ojos abiertos
y trozos cenizas en el llanto.

¿qué nos dejó su pendejada de protesta?
¿dónde están los amigos? ¿los vecinos?
los que no podían hacer más que gritar con pancartas

¿para qué tomaron los camiones?
¿para qué el "únete pueblo"?
¿para qué?
¿dónde quedó el ayotzi vive?
en una pared, un pancarta, una foto
en un tuit trastabillado
en la sátira de los gusanos 

...la empatía también muere
muere en festivales,
en el hambre del pueblo
en mis ojos regordetes
en dos años de actos pretéritos
y mil años de pesadillas tangibles.



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