Dependerá de sus ansias el desvanecimiento de la distancia, quedará en el tiempo, el olvido, el aferro, el triunfo o el fracaso; pero la distancia, ésa no nos gana porque verme en sus ojos es un súbito viaje al futuro en el que desaparece un pasado imperfecto -éramos-. Porque para encontrarse en unos ojos no basta con voltear a ver unos ajenos; para reflejarse en otros ojos hace falta que ellos te hayan echado de menos, que te hayan buscado entre árboles y calles sombrías, que te hayan visto en los espacios donde no existías.
Y cuando al fin te encuentran, esos dos universos que coexisten paralelos, sucumben ante la presencia de un tercero a manera de catarsis... y sonríes, no con los labios pelando los dientes cual mueca de niño torcido en la mentira, sino que lo haces con la calma del sudor corriendo por un cuerpo seco; sonríes como caricia suave del fuego al hielo, sin mover la boca, con el rostro perpetuo.
Dependerá, qué quieres que te diga... de que me busques y me encuentres, de mantener esa manera cucosa y metérteme entre letra y letra; sabes de lo que hablo... de los días que nunca compartimos, de las noches en que nos escribimos, del deseo disfrazado de poesía, de las mermas que aquel invierno nos dejó de provisiones para la espera interminable.
 
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario