jueves, 19 de octubre de 2017

Alfombra amarilla.

Amo el amor como amo a las mariposas
y, como a ellas,  
sin deseo lo asesino.
Porque es tan frágil la mentada mariposa
silvestre y delicada, ingenua y suicida.

No es justo que me obligues a matarlas
contra mi voluntad, con nulos anhelos
buscas un pretexto para condenarme: 
tus tantísimos años en solitud.

Y es que parecen ciegas, 
yo viéndolas, huyéndolas,
sufocada impacto
cada cadáver en el auto
insignificante
de poco a poco
lo desvanezco;
afanosa de alejarse del cielo
para andar al ras de un suelo que no se detiene
ni por romanticismos, ni por vidas inocentes.

Salvaje, indomable, caprichosa
muere en terquedad
de vivir donde no hay espacio a su fragilidad.
El hoy no te desea, enclenque mariposa
no se suspende a tu paso
desaparecen
 y el asfalto
se tapiza de amarillo
de mi bilis, de tu alma
de las culpas indomables
ando por un cementerio doloroso
de cadáveres vivos dando su último suspiro.

Y asesino.

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