martes, 16 de enero de 2018

Quietud.

Quieto ante la amenaza fatal
al ras de sus garras la conciencia 
el perro queda 

inmóvil

y la mente tan sucia piensa en su muerte
el deceso de alguien que no teme 
un pobre perro callejero
que no se espanta porque es amable

y tener las cuentas saldadas 
andar por la vida sin deudas
le permite tirarse en medio de la calle 
sin temeridad a una llanta
a una vara
a un jamón lleno de clavos
carne envenenada

o a un perro silvestre 
o a un perro domesticado para ser salvaje
                             la conciencia más limpia que una hoja de papel bond recién salida de la fábrica
no tiene la necesidad de moverse para salvarse
para evitar el golpe
para huirle a la muerte
porque si la muerte fuera quien entonces tocara su mejilla
o la pata o el hocico 
o las orejas
o el vientre entero de cualquier animal 
cualquier perro
gato
ave...

se iría tranquilo a sabiendas que ese era su destino
todo lo que había que dar a este universo

quietud

hay quietudes que no necesitan nada 
ni un aplauso
ni un cariño
hay quietudes que sólo son porque hay conciencias pacíficas
como el desierto.

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