Había una vez unos
hijos ciegos
que una vez al mes
mordían los duelos.
Había otra vez
unos pies helados
ardientes a unos ojazos
que le besaban el invierno.
Había veces de besos
que lejos del miedo
remmendaban los huecos
y tejían mis versos.
Había una vez
una nuez que ya no está
...Y me lamento.
 
 
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