La cama ajena
del último tipo que habitó el lugar
demasiado larga, demasiado tosca la base de madera,
y esos dos cajones torpes que me guardan.
La cama ajena siempre iluminada...
a sus pies la puerta de un baño con la luz prendida.
Esa pared beige que las demás
... y menos pared también,
una ventana invasiva de privacidad
y una lona atiborrada de fotos de gente que ya no está
sobre la barra de esa ventana que da a la sala
la grabadora con su disco de histeria como alarmma,
y una figura de plastilina que se llama milagrosa
sostiene una seca y torcida rosa
y debajo de la rosa: la maleta con mi ropa interior.
Y el plástico transparente mantenía estéril todo
me alejaba de la tele, de los chinos de esa mujer,
de su cama con ese cobertor rosado, 
de su Nivea de su árnica de los monitos de su novio
...y de mí.
 
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario