Un hastío in crescendo,
el llanto que no cesaba,
mano que rasguñaba
más de lo que quisieron.
Fui mujer dócil y callada,
prostituta de un bastardo sin amor,
-fui azul-
azul índigo de cautela y sanación.
Fui un mediocre verso
ante la bestia de cabellos dorados,
con sangre derramada entre los brazos
la pureza no reflejo en el espejo.
De besos asesinos, mis ojos evasivos
yo le dí la inocencia al diablo,
camuflaje innecesario
a mis diez-mil talones de Aquiles.
Fui desazón de mi apellido
fútil pecado intermitente
mocosa de llanto traicionero
que se desvanece con el tiempo.
 
 
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