martes, 12 de enero de 2016

Cartas a Zam - Vol. XII - 12 de enero de 2016.

Querido Zam:

He perdido la dinámica de escribir las cosas y ni tus cartas se salvaron.

¿Dónde estabas el 14 de junio del 2012?
¿Dónde estuviste todo el mes? Recuerdo el gris de la casa, la pelusa, el abandono, a Lupita cuidando mis hemorragias, a Consomé...pero tú no estabas. Me hiciste mucha falta, pero qué bueno que no estuviste, fue necesario encontrarme encerrada con mis demonios para poder reflexionar la etapa que terminaba.

El 14 de junio pintaba para ser un gran día, iba a salir con Karen, con nuestros amigos, era una noche como las que se comían el tiempo entre baile y bebida; seguramente sí lo fue para los que tuvieron su ultimo pase, disfrutaron la banda y la luz de la luna reflejada en el hermoso lago podrido del bosque.
Fue la última vez que mi amigo checha se dignó en darme un beso de Judas, y la última vez que vi esos rostros, que alguna vez tuvieron nombre, juntos; esos amigos que ya tenían la palabra amistad demasiado desgarrada... eso es lo que pasa cuando quieres pintar con acuarelas las calles.

No sucedió nada de lo que se suponía, y es que uno no se puede poner tacones cuando el cuerpo entero está lleno de fracturas, y entonces comprendí que nunca más iba a poner en una cuerda floja mi independencia por unos brazos cálidos: yo no llevaba dinero, no llevaba bolsa porque de todos modos mi pareja pagaría si algo llegábamos a necesitar y me ahorraba la incomodidad de cuidar mi bolsa mientras bailaba; tampoco llevaba llaves de la casa, porque mi amada pareja traía las suyas en el pantalón y como se suponía que debíamos regresar al mismo tiempo...
Eran las tres de la mañana y me encontraba atrapada al aire libre sin llaves y sin dinero para poderme ir, a merced de la decisión de alguien más... alguien con quien se me había acabado el amor varios años antes.
Era una fiesta y yo estaba devastada en una fiesta... mirando cómo todos se iban retirando contentos. Entonces aparecieron, dos tipos muy enfiestados con mochila... parecía que venían de acampar; pasaron de largo mientras me limpiaba alguna lagrima de desesperación, se regresaron y me ofrecieron su ayuda.
Fue la primera vez que hice algo muy estúpido, pero la situación anímica que me envolvía no me permitía preocuparme en encontrarme descuartizada en un canalón al día siguiente, y qué bueno que lo hice, así restauré mi fe en la humanidad.
Al ofrecerme a llevarme a casa pensé que sería en su carro, pero fue en su taxi, "porque ya sabíamos que íbamos a emborracharnos y no podemos manejar". Cuando llegamos a la casa les dije como entrar a robar, uno de ellos se brincó el cerco pero no pudo abrir la ventana, así que uno me ayudó a subir el cerco y el otro me ayudó a bajar, y sí, dos extraños me agarraron el trasero...pero fue por mera necesidad.
Encontré mis llaves, abrí la casa... me dijeron algunas cosas y me dijeron que los contactara por internet, luego de eso se dieron la media vuelta y se fueron caminando a su destino, caminando porque gastaron su taxi en mí y porque estaban relativamente cerca.

A veces los veo en sus publicaciones ¡Están locos!... y me recuerdan, al igual que mi meñique fracturado, que uno no viene a esta vida a derramar lágrimas, ni a estar en la penumbra en un lugar repleto de luces. Les agradecí esa noche... pero nunca les dije cuánto beneficiaron mi vida.



No ha cambiado mucho la vida desde aquel entonces... tengo ventanas más pequeñas, un espacio que no es mío, una cota de mallas que no me quito, por desgracia; bebo menos, tengo menos amigos, pero verdaderos y siempre salgo con mis llaves y con dinero suficiente para regresar a casa.


Los amo, no regresen nunca, quédense a vivir allá para poder ir a visitarlos... la gran ciudad ya quedó fuera de mis planes de vida.

No hay comentarios: