La miserable ausencia
que taladra la quietud de mi mirada
y sollozo
entre caminos húmedos
de dolores desbordados
-dolores que no se sienten-
desquicios amarrados
por la ausencia de pasión;
y tiembla el desconsuelo
de hablar con el silencio,
de escuchar sus argumentos
puntiagudos y veloces
que destrozan la conciencia.
Yo lo pedí Señor, lo recuerdo...
y, aunque duela, lo agradezco.
¡Pero es que uno se vuelve tan frágil
ante semejante olvido!
...como perro de la calle
que no luce desnutrido
porque entre escombros y basura
siembre ha encontrado suficiente.
Pero el perro está triste, Señor,
porque aunque ande libre
necesita entregar su amor,
necesita una caricia,
y, en invierno, algo de calor.
¿Haz visto un perro de la calle, Señor?
Tienen la mirada tan sincera y tan cansada
que a través de ella puedes ver sus penas,
su inmensa disposición a no fallarte nunca
pero nadie los ve
porque están sucios
porque traen calle
porque no hablan
...a ellos les gusta decir con la mirada;
pero el hombre es tan tonto que no sabe de miradas,
no sabe de silencios,
ni cómo llora un perro sin llanto ni quejidos.
Pero un día el perro se cansa del hambre y del frío,
de los rechazos no pedidos
de los autos en las calles
de la soledad
de su silencio...
muere o muerde el pobre perro,
no hay más.
 
 
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