lunes, 13 de noviembre de 2017

Azul.

No sé si la necesité
me secó un poco más el alma 
me llevó a contemplar otros cielos
cavamos mi túnel hacia el infierno
despertó mi sed con algún tequiero.

Ya no necesito a Azul
no sé si la necesité
entre máscaras coexistimos
tantas noches, días, sueños
tantas máscaras

confusión

¿aún soy yo? ¿es ella yo?
¿quién me poseyó?
un camuflaje necesario
en la calle de las mustias
y los gritos en una lista de espera
de tráfico de órganos:

un corazón.

Abandono.

Terciopelo de astillas en sus besos
refunfuñeo mudo de mis ojos
quise triunfar de su bellas manos
tan puntuales...
desiguales
las rugosidades de nuestras palabras

Eternamente triste, triste y triste...
caigo al suelo
y ardo en los confines de tu ausencia
y me disuelvo
mis ojos se esfuman de los tuyos
hoy todos los espacios son cristales de hielo

Ya he besado el desconsuelo
me he fundido en el sinfierno
sueños que conspiran al deseo
desgarramiento que consume
...me desmenuzo
las tinieblas negrecen la esperanza

Negra, negra y prieta...
tatemada pero blanda
sin levantar las manos
sin luchar contra el viento
me acurruco en el desierto.

Espuela.

Para qué escribir si ya se ha dicho todo del misterio
y la desolación de la brisa,
si ya han llovido tempestades que laceran las entrañas.

Para qué hacer un poema del olor de las flores
y las canciones que susurra el viento,
si las detonaciones nos han dejado sordos
y la pólvora se inhala hasta los sesos.

Para qué hablar del amor y sus efectos analgésicos,
de su felicidad inexplicable...
cuando hay amores que castigan en una vida 
los pecados de la humanidad entera.

Para qué hablar de desamor que tanto sofoca nuestras almas
y nos hace yacer en movimiento
pero sin sangre, ni muerte, ni desapariciones.

Quién ha de querer leer sobre unos ojos,
unos labios, 
unas manos 
que estremecen la quietud de la razón
haciendo cerros de algodón,
cuando hay ojos que lastiman,
labios asesinos,
manos heridas,
sueños que se olvidan.

Golpe de olas.

Él era mar
con su espalda llena de olas
y su tacto que rompía mis fronteras.
Era humedad sofocante a mis veranos
y un arrecido suicidio en mis inviernos,
y, cuando me daba la espalda, yo huía al mar
a su mar
y me ahogaba en su inmensa indiferencia
y moría antes de llegar a las tinieblas
...mientras él dormía.