martes, 22 de abril de 2014

El amor a mis uñas.



 Tengo las uñas hermosamente largas, nunca te dije lo que significó para mí aquella tarde de enero del 2008: acababa de fallecer Milo, habías venido a verme esa madrugada con El Enfermo.

 Cuando estaba en la secundaria quise aprender a tocar la guitarra (siempre he querido), estaba en el coro de la iglesia y había guitarras, así que lo intenté un tiempo, pero las cuerdas estaban rompiendo mis uñas, las partían a la mitad y las de la mano derecha siempre terminaban agrietadas, las tenía que limar y limar, y siempre terminaban partiéndose, así que decidí salvarlas y abandonar la cuestión de la guitarreada. Siempre he amado mis manos con las uñas largas creo que son la parte mas bonita de mi cuerpo, así que el capricho de la guitarra pasaba a ser algo menor, total, ya aprendería a tocar otra cosa.
 Esa madrugada fui muy feliz, me sentía muy ilusionada, aunque a la mañana siguiente devastada por haber visto los ojos de Milo tan ausentes. Por la tarde, sumergida en la tristeza de la muerte de mi hijo y con la ilusión de ese nuevo comienzo, revoloteando los sentimientos en mis manos... miré mis uñas y supe que no bastaba con ser sólo tuya, quise que tú también fueras mía, así que tomé un cortauñas y una por una, de modo sublime, las rebané; en una dejé el miedo, en otra la homofobia, en otra los tabús, en otra dejé a aquel Dios, y en ellas dejé cualquier piedra del costal para poder aventarme ese clavado al caudal de lo que fuimos. 
Lloraba, no sé si por Milo, o porque me dolieran las uñas, o porque mis manos ya no lucieran tan bonitas, tal vez... pero tras esas uñas rebanadas había sueños, había suelos, un quererte valiente y un par de anhelos. 

Te quise más que a mis uñas esa tarde, fue mi entrega total al compromiso... debiste darte cuenta de algo aquel verano del 2011 cuando llegué a casa con uñas acrílicas en mis manos.

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