sábado, 8 de agosto de 2020

Todo se desvanece.

 Adoro tu partida, pues garantiza tu venida,
pero esta bola en la garganta
quiere amarrarte a mi cintura
porque nada es suficiente.

Las fuerzas van en vuelo
y esta alma carroñera
simula los desboques
llena de cotidiana angustia
para mentir concreto
números y reproches mudos.

Desdoblar la caricia
amarte en la costumbre extraña
que repite:

"el fuego quema y la luz encandila"

muere entre besos la palabra sincera
y, sin decir, nublo mi mirada
pa´que no veas la luz
entrar por tu ventana.

Detonar el pulso.

 No me hagas daño
son mis muslos inocentes,
si has de devorar mi carne
deja el odio tras la puerta,
si alguien sufre
que sea la espera.


No me hagas daño
porque mi sangre corre
entre mujeres de paz
que trituran a las hienas
y dictan sentencia eterna.


Soy

bocadillo que atraganta.

Canto de serpiente.

Compadéceme vida
cura la ebriedad de este vacío
brizna placentera que asfixia,
latidos que proclaman existir
van camino a los abismos.

Las rocas del infierno me desquician,
no rompas mi camino de antemano
devuélveme el abrazo,
ilumina el espacio ciego
con el traje de marzo y de diciembre.

Desvanece las fronteras de la piel,
hazme una caricia clandestina,
que si ella me oxida
la muerte será bienvenida,
lejos de abstinencia y ansiedades
detendrás la quimera
y me darás la vida eterna.

Como un relámpago impactándome
ardo, yergo eternamente.


La grieta.

 Transitan los días como deja vú 

trae la mañana silencios perpetuos

en los pasillos la gente se ajena

el olvido viene dispuesto

la vida sin treguas

hierve la espera desde el hambre

ponemos los cuerpos entre calles

con la esperanza que alguien nos mire

y el socavón se abre para poder dormir

colgados en una cifra que sólo mira la historia


somos fragmentos de fe a la deriva


lunes, 29 de junio de 2020

El paraíso nunca fue tan doloroso.

Abandono tu recuerdo
el silencio desgarra mi garganta
con bocados de soledad inagotable.
Jurarme prolongar la ausencia
y espiar al horizonte por si vienes.

El hueco de tu pierna se dilata
oigo tu tacto en el viento
me da, me quita
nadie sabe
cuáles cosas
se rompen tras mis ojos tristes.

¿Cómo matar la ansiedad
de mis manos por tocarte?
palabras de amor desamoradas
descansan del tortuoso frío.

Libertad infértil.


Desembarazarse de violencias,
germinando en canciones
que precisan cautelas histéricas,
como el grito ahogado de miedo
cuando un rostro amigable
me violó con sus palabras.

Camino de la independencia
muchos soldados cayeron,
llenas de heridas algunas
demandaron justicia en las calles
llenas de escombro las otras
que nunca volvimos a ver.

Los ciegos y el silencio.

El campo de batalla
está lleno de gente
nadie lleva armas
la pantalla va en la frente.

Ellos van a mi lado,
ninguno está conmigo
y si me hiere una bala
nadie volteará a verme.

El reporte dirá mi muerte:
culpable será la bala,
y en el campo de batalla
a otra mujer desgarrará mañana;
preguntarán entonces
¿dónde estaba su cota de mallas?
y ella será culpable sin chaleco antibalas.

Pasado mañana las balas serán de salva 
no habrá culpables en el campo de batalla
porque de moretes no se mata 
las postas son imanes 
para el silencio de las que callan.

2020

Una agenda indecisa,
enturbecido el tiempo,
la espera interminable
para salir del claustro.

Los muertos incrementan
todos tienen alguno.
La forzada compañía
trastorna al prisionero
que se quejaba del sol
y ahora ruega por verlo.

En la antesala del desquicio
envenena cada milímetro el verano.

miércoles, 29 de abril de 2020

Susurro inaudible.

En una casa de paredes mudas
me llamaba el eco de un susurro
atrofiando mis rodillas pequeñas
que nunca podían salir corriendo.

El peligro era el rostro de un ángel,
desde niña mi abuela enmudecida
nunca me cubrió con su larga falda
sus miedos no eran un buen refugio
pero el mantel de la mesa lo lograba.

En esa casa siempre obscurecía
si miraba la tele,
si jugaba con tierra,
y si decía que no...
el susurro siempre me pronunciaba.

Entre sombras tocaba los olanes,
no los de los calcetines, los otros,
los que no debíamos mostrar jamás;
figuras entibiadas
deformaban sensaciones extrañas,
me hacían llorar a gritos,
pero el susurro pedía sigilo.

Mis olanes se fueron desgastando,
encontré escondite en las paredes,
el viento, la soledad y el silencio.

El susurro todavía me pronuncia
aprendí a correr con la infancia rota.