No quería que fueras tú de las primeras páginas del nuevo libro, pero para qué guardarlo si eres tú mi actual necesidad de escribir.
Esta tarde, como todos los días, me he estado preguntando por qué tú, por qué guardo este cariño para ti con tanta bondad, por qué si tú ya lo has enterrado yo lo mantengo vivo y cómo he pasado tanto tiempo alimentándome de un cadáver... y peor aún ¿cómo he logrado fortalecerlo sin alimento?
Repaso incesantemente cada una de las jugadas que hiciste conmigo y me pregunto: ¿cómo fue que lograste ganarme cuando íntegramente me oponía a perder?
El primer alfil me lo ganaste desde el primer día cuando lograste captar absolutamente toda mi atención, la mayoría de mis peones cayeron con el paso de los días, sutil y cautelosamente.
La torre derecha la derribaste cuando fuiste por mi a la salida de la escuela, te mirabas tan guapo con esa camisa gris, o al menos así te vi. Pero la reina... la reina te la ganaste en el sillón de mi sala, específicamente después de haber librado aquella barrera de nervios que tenía cada uno, cuando me tenías abrazada con tu brazo derecho, mientras yo, recargada en ti, fumaba mi delicado con un vasito desechable de jell-o-shots con agua de cenicero; en ese instante perdí mi reina y ni cuenta te diste... y ni cuenta me dí.
El jaque mate no fue en mi entrega a ti, como yo lo suponía... el jaque fue aquella madrugada en la que nos despedimos veinte veces, esa en que tu abrazo efusivo apretó cada una de mis células para provocar una explosión infinita de sentimientos por ti, esa madrugada en que quisiste detener el tiempo porque te tenías que ir y no querías dejarme... ese fue el momento en que el juego perdí, porque de ahí me dí el mate, porque en ti me perdí... y aún no logro encontrarme.
 
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario