sábado, 27 de junio de 2015

Un conejo en la feria.

Hace unos días fui a Liverpool, qué lugar tan más desabrido, tan pretencioso; lo anduve como ando casi todo en el último tiempo, despacito, tranquila, en soledad.
Y luego la vi, ahí estaba, a la izquierda, deslumbrante, la miré girar y de pronto me vi reír rodeada de todas esas luces barridas, de ese olor a churro de azúcar, me vi con esa extraña blusa floreada de encaje. Me vi en tus ojos cachorros escondidos tras un lente imaginario que filmaba esa fracción de nuestras vidas, y luego vi tu sonrisa galante, tan coqueta, ya sin brackets.
Sentí nuestras manos columpiar los andares, sentí tus labios a los míos acercarse, y en el beso saboreábamos los churros, la caricia, los motores de los juegos, el juicio inexistente, las luces, el viento fresco acariciando mi piel ardiente. Pero al abrir los ojos yo estaba fría y el viento caliente... y en mis manos rodaba una película pendiente.



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